Raymundo González creció en Veracruz, México, lo que lo predispuso a las influencias europeas que infunden claramente esta ciudad colonial. Cordones y abanicos de España, textiles de Italia, alimentos exóticos como el caviar de Rusia y salchichas de Alemania fueron parte de la vida de este bullicioso puerto, fascinando y alimentando la imaginación del joven y dándole una multitud de temas para sus dibujos.

Su percha era un balcón que ofrecía una vista excepcional mientras dibujaba el ajetreo y la energía de la ciudad en sus cuadernos. Sus padres y parientes trataron de desalentar su obsesión por la preocupación de que no pudiera ganarse la vida como pintor. Nada podría disuadir a Raymundo de abandonar su lápiz y su cuaderno de bocetos. Incapaces de ignorar su don para dibujar, sus padres lo enviaron a la edad de dieciocho años al estado de Morelos para estudiar arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de México, Campus Morelos.

Mientras estaba en Morelos y en el vecino estado de Guerrero, González despertó a la herencia de la rica cultura indígena de México. Afirmó: "Mi corazón y mi alma se hicieron indígenas". Sus estudios incluyeron visitar los sitios de arqueología y los murales de Diego Rivera en Cuernavaca y allí se enamoró de "La ciudad del sol eterno" de donde nunca se fue.

Armado con la formación de un arquitecto, nacido con el don del dibujo y la pasión por el arte, González comenzó su carrera como artista allí. Ahora, legítimamente toma su lugar en la larga línea de artistas mexicanos cuyas pinturas reconocen que el complejo patrimonio de México incluye la cultura europea e indígena, contribuyendo igualmente al México contemporáneo.

En su trabajo, sujeto, forma, patrón y color se unen para crear imágenes que reflejan con alegría las complejidades de este país. Como Marion Oettinger Jr. Curador de Arte Latinoamericano, el Museo de Arte de San Antonio señala en el prólogo del nuevo libro Raymundo González: Realismo Mágico, "El trabajo de González está saturado de imágenes y motivos populares. Sus representaciones de la flora, la fauna, la arquitectura pública y privada, y las formas humanas se basan en los elementos básicos de diseño del arte popular mexicano y son utilizados por artistas posteriores a la Revolución como González para hacer que su arte sea relevante para el pasado pero estableciendo un nuevo camino en el futuro."

El realismo mágico, normalmente un término literario hoy en día, es la autodesignación de estilo por parte de González. Difiere de la fantasía pura principalmente porque se desarrolla en un mundo normal y moderno con descripciones auténticas de los humanos y la sociedad. Según el crítico, Ángel Flores, el realismo mágico implica la fusión de lo real y lo fantástico, o como él afirma, "una amalgama de realismo y fantasía".

La presencia de lo sobrenatural en el realismo mágico a menudo está relacionada con la mentalidad india primitiva o "mágica", que existe en conjunción con la racionalidad europea, tal como lo demuestran la propia experiencia de vida y las pinturas de González. El arte de González también se puede describir como el surrealismo popular en el que la gente vuela y las misteriosas yuxtaposiciones son la norma: la inclinación de las catedrales, los carruseles están poblados de animales míticos, las mujeres sostienen la iglesia, las personas cuelgan de los autobuses, los cielos están llenos de camas flotantes y las sombras miran como gallos.